Thursday, September 02, 2010



LOS SACERDOTES MARTIRES DE ELICURA,
ASESINADOS POR LOS MAPUCHE EN 1612





A comienzos del siglo XVII, los españoles, que llevaban ya casi medio siglo en guerra contra los mapuches, con no pocos contratiempos incluyendo la rebelión masiva de 1598 que costó la vida del gobernador Oñez de Loyola en Curalaba y que ocasionó el despoblamiento y la captura de los asentamientos españoles al sur del Bio Bio, y la Corona española se planteó nuevos métodos de enfrentar esta onerosa e improductiva Guerra de Arauco. Y surgió, entonces, la propuesta del sacerdote jesuita Luis de Valdivia, que contó con el apoyo del antiguo virrey de Nueva España (México), del Virrey del Perú y del propio rey de España, Felipe III: la llamada Guerra Defensiva.
Esta estrategia, que se aplicó en Chile durante diez año (1612-22) consistió en lo siguiente:



En el contexto de la estrategia llamada Guerra Defensiva, incorporada en la Guerra de Arauco por iniciativa del padre jesuita Luis de Valdivia en 1612, tras largos años de combates infructuosos, se encuentra un martirio cruel y absurdo de sacerdotes misioneros por parte de mapuches de Purén. Sus victimas se hallan en espera de procesos de canonización .


En la mañana del 9 de diciembre volvieron a sus tierras de Purén los indios que habían acudido al parlamento de Paicavi, encabezados por Utablame. El padre Valdivia había resuelto que partieran con ellos dos jesuitas, los padres Horacio Vecchi, italiano, y el chileno Martín Aranda, quienes gozaban de gran reputación de virtud y celo en la conversión de los indígenas, y que además hablaban el mapudungun. Los acompañaría además un hermano, el mexicano Diego de Montalván. Ellos se transformarían, seis días después, en los mártires de Elicura. Esta decisión del padre Valdivia fue resistida por el gobernador Alonso de Ribera y todos sus acompañantes, por el riesgo que representaba para los misioneros, pero, ante la porfia del padre Valdivia, se le hizo asumir personalmente la responsabilidad de su decisión a éste, según consta en carta enviada por el gobernador al Virrey del Peru. Incluso el padre Valdivia desoyó la advertencia del indio Carampangue, proveniente del mismo territorio, quien le advirtió con vehemencia que "entrando los padres en ese territorio los habrían de matar los indios, porque tal era su determinación". Ante estas advertencias, Valdivia lo trató con la mayor aspereza y lo amenazó con la pena de horca. Carampangue contestó : "Padre, aquí me tienes, ponme en prisión, y si entrando los padres en tierra de enemigos no los mataren luego, córtame la cabeza".



El padre Martín Aranda tenía a la sazón 53 años, había nacido en Osorno, y era hijo de Pedro de Aranda Valdivia, sobrino de la mujer del conquistador, emparentado también con el padre Luis. Habia servido como corregidor de Riobamba, tras lo cual ingresó a la Compañia de Jesus en 1592.






El padre Horacio Vecchi había nacido en Siena, Toscana, y tenía 34 años de edad. Entró muy joven a la Compañía de Jesús, y en 1602 pasó a Perú, donde terminó sus estudios teológicos, llegando a Chile 4 años después en compañía del padre Diego de Torres y ocupándose en los fuertes de la Frontera, en donde aprendió el mapudungun. Siendo hombre de mala salud, sus hermanos de religión alababan mucho su humildad, su celo por la conversión de los indios y sus virtudes privadas. Algunas cartas suyas conocidas revelan un ferviente misticismo.






El hermano Diego de Montalván era un soldado de origen oscuro, mexicano segun algunos, quiteño según otros, que había llegado a Chile en uno de los refuerzos de tropas enviadas en auxilio del ejército español. En octubre de 1612 abandonó el servicio militar para incorporarse como hermano coadjutor a la Compañía.




Una vez abandonado Paicavi, el gobernador se quedó alli tres días terminando de desmantelar el fuerte, según el acuerdo del parlamento, mientras el padre Valdivia se dirigió al fuerte de Lebu. Por su parte, los indios de Utablame se dirigieron a la regiòn de Elicura, en el faldeo oriental de la Cordillera de Nahuelbuta, marchando los primeros dias en total tranquilidad. En los escritos de los padres a Lebu se traslucia la mayor satisfacción por el buen recibimiento y un ir y venir de indios mensajeros , aparentemente en paz. El 10 de diciembre, Aranda y Vecchi escribían al gobernador: "El contento que todos tienen de vernos en su tierra es increíble y no lo saben explicar. Un espía que aquí hay nos dice que toda la tierra está buena, que ya no hay persona de consideración que contradiga esta paz y asiento de la tierra, porque ya están todos desengañados que no hay fraude ninguno de nuestra parte, que es lo que se temían. Mañana acabrán de mandar mensajeros a toda la tierra. Todos están conjurados a perder la vida en nuestra ayuda hasta ponernos en donde les dijéramos. Todo va ahora muy bien, y esperamos en Nuestro Señor dará muy buenos fines".




Este ir y venir de mensajeros tenía otros propósitos muy distintos de los que los padres sospechaban. En la tarde del 14 de diciembre, habiéndose reunido muchos indios, acamparon a orillas del Lago Lanalhue y celebraron una fiesta. Pero al día siguiente, el 15 de diciembre de 1612, cerca de las 9 de la mañana, llegaron al campamento muchos indios de Purén, comandados por los belicosos caciques Anganamón, Tureulipe (recién liberado por los españoles como signo de paz) y Ainavillú. Al poco rato, los padres fueron despojados de sus ropas, llevados a un sitio abierto y despejado en donde fueron atravezados con lanzas. El padre Aranda recibió, además, un mazazo en la cabeza que terminó por matarlo. Sus cuerpos desnudos y heridos fueron dejados en el campo, y los indios que los acompañaron huyeron en diversas direcciones para escapar de la muy probable represalia española.




Al dia siguiente el padre Valdivia se enteró del hallazgo de los mártires de Elicura. Pagó a algunos indios para que rescataran los cuerpos, y los sepultó en Lebu en una ceremonia solemne. Después, los restos serían trasladados a la Iglesia de la Compañia de Concepción.




El padre Valdivia intentó justificar la reacción de los indios de Purén motivada por la huida de algunas mujeres del toqui Anganamón, quienes huyeron del cacique y solicitaron asilo en el fuerte de Paicaví, poco antes del Parlamento del 8 de diciembre. Ellas incluso advirtieron a los españoles que el toqui planeaba una rebelión y que las negociaciones eran solo un ardid para ganar tiempo. Pese a que tras el parlamento ambas mujeres indigenas fueran devueltas, este hecho irritó sobremanera a Anganamón.




El gobernador Ribera, con la anuencia del padre Valdivia, encabezó una incursión armada contra los indios de Purén. Sin embargo, esto no significó el fin de la estrategia de la Guerra Defensiva, la que se mantendría en vigencia, al menos oficial, de acuerdo a las cedulas del rey Felipe III y de los virreyes del Peru, por 14 años más, hasta enero de 1626. Eso, en el papel, pues la Frontera habia seguido continuamente siendo escenario de escaramuzas. Sin embargo, al final, esta estrategia cayó en el mayor desprestigio por parte de los habitantes españoles y criollos del Reyno de Chile, por la desconfianza generada hacia el actuar indigena tras esta absurda masacre.








Fuente: Diego Barros Arana, Historia General de Chile, volumen 4








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